Monday, November 07, 2011

Reseña en Tiempo Argentino


Instrucciones para abrir un libro
por Mónica López Ocón

Con textos de Amalia Sato, dibujos de Nicolás Prior y traducción de Mami Goda, esta hermosa edición bilingüe español-japonés de cuentos tradicionales permite que chicos y grandes se acerquen a través de la literatura a una cultura y una lengua lejanas.

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia los libros se abren haciendo que su tapa superior se eleve y describa un ángulo de 180º desplazándose hacia la izquierda… Pese al comienzo tan cortazariano de esta nota, no se trata aquí de reescribir las famosas instrucciones de Julio Cortázar para subir una escalera, cantar, llorar o darle cuerda al reloj porque todas esas acciones, con ligeras variantes, son universales. Abrir un libro, en cambio, no lo es. Bien lo demuestra Cuentos japoneses para niños que, para ser abierto, necesita una aclaración para occidentales. En efecto, hay que abrirlo hacia la derecha “como es usual en Japón”, según se indica en la contratapa, es decir, en lo que para los japoneses es la contratapa y para nosotros, la tapa.
Una vez resuelta esta diferencia, si se tiene la perseverancia de seguir girando las páginas hacia la derecha, el libro de cuentos japoneses con ilustraciones de Nicolás Prior, textos de Amalia Sato y traducción al japonés de Mami Goda, se disfruta como cualquier buen volumen de cuentos porque, a diferencia del sentido de la apertura de los libros, el placer de la lectura es universal.
Tal como se advierte en la contratapa japonesa que es la tapa occidental, a los lectores “los esperan estatuas agradecidas, un muchacho que viaja al fondo del mar sobre el lomo de una tortuga, un valiente y empeñoso jovencito de sólo tres centímetros de altura, una princesa llegada de la luna.”
Los cuentos tradicionales están narrados según las versiones más populares. La edición es bilingüe, es decir que los relatos están en español y en japonés. La versión japonesa, a su vez, está escrita con los típicos ideogramas (kanji) acompañados por su lectura fonética (furigana). En la parte interior de la contratapa (bueno, ya no hace falta explicar la relatividad cultural del término) hay un silabario Hiragana. “Los lectores que se animen a leer el texto en japonés –se explica en español– pueden consultar este silabario.”
Queda claro entonces que el libro “está dedicado especialmente a los estudiosos y amantes de la lengua japonesa”. Pero aunque no se especifica en el texto, también queda claro que este pequeño volumen –que tiene la forma apaisada de los tradicionales libros de cómic y cuyas ilustraciones tienen ese sabor especial de los dibujos más viejos del género– es una buena forma de comenzar a conocer y amar esa lengua lejana. Para los chicos, destinatarios declarados de este puñado de cuentos, será una buena forma de comenzar a atisbar la vastedad del mundo, de empezar a sospechar el carácter convencional del signo lingüístico, que hace ya tanto tiempo fue enunciado explícitamente por Ferdinand de Saussure, y de entrar en contacto con una cultura diferente. Introducirse en una cultura diferente equivale a descubrir un mundo nuevo y a sacudirse esa certeza infantil que tanta gente arrastra hasta su vida adulta de que hay una forma “normal”, una manera “natural” de hacer las cosas que, paradójicamente, es la que le impuso su propia cultura.
Estos cuentos japoneses fueron publicados por el sello Series Tokonoma. Nicolás Prior, su diseñador e ilustrador, es diseñador gráfico y ha realizado diversos trabajos, como la ilustración de la novela de Laura Ramos Diario íntimo de una niña anticuada, de la tapa de Río, un CD de La Portuaria y de diversos suplementos para chicos de Página 12.
Amalia Sato, egresada de la carrera de Letras, es sansei, es decir, segunda generación de descendientes de japoneses nacida en la Argentina. Su abuelo japonés llegó a Perú en 1908. Entre sus múltiples traducciones del japonés se cuenta El libro de la Almohada, de Sei Shonagon (Adriana Hidalgo, 2000). Es, además la editora de la revista literaria Tokonoma.
Mami Goda tradujo al japonés los cuentos que Sato versionó en español. Entre otras cosas, es la responsable del proyecto, Washi, luz y color, que convocó a 30 reconocidos artistas para realizar un objeto lumínico con papel Washi, que proviene de la provincia de Shikoku, Japón.
Ellos tres son la garantía de la calidad literaria y de edición de este libro. Para decirlo con una expresión bien argentina, ellos garantizan que estos cuentos japoneses para niños no son en absoluto un cuento chino.

6 de Noviembre de 2011

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